martes, 9 de noviembre de 2010

El Agente de la Libertad Condicional de tu esposa recela de mí

Querido Alberto:
 
Me gusta comer piña a destiempo. Por comer piña a destiempo se entiende comerla cuando apetece, no cuando marcan las costumbres habituales. ¿Quién marca las costumbres? En mi casa nunca se comió piña, por lo que no tengo costumbres asociadas a ella desde la infancia. Las costumbres que quiero derribar comiendo piña a destiempo las habré adquirido de mayor, si es que las tengo, o serán parte de la cultura gastronómica de la sociedad en la que vivo. Insisto: Me gusta comer piña a destiempo.
 
Tu esposa nunca hizo nada malo. Últimamente creo que ya no la conozco, pero lo sé. Sé que nunca te hubieras casado con una mujer capaz de hacer algo así. Un hecho como ese define a una persona a la perfección, y tú no eres del tipo de gente que se acerque o se pueda mantener al lado de alguien así. No hizo nada malo, asúmelo. Vas a tener que vivir con ello toda la vida. Tu esposa fue acusada injustamente. No la creo capaz de hacer algo como éso ni en cien millones de años. Ni tú tampoco. Ni ella.
 
La sala de espera de la Academia es muy pequeña. Está salpicada por cuadros con escenas motivacionales, que creo van más enfocadas a los padres que a los niños. Al menos no imagino qué efecto puede provocar en la actitud de mi hijo un cuadro con la imagen un joven con birrete en el que pone “ÉXITO”, ni otro con una preciosa estampa de tres bellas adolescentes saltando por el parque en el que pone “TRIUNFAR”. Quizás no haya interiorizado del todo que aquello no es más que un negocio y que al dueño sólo le interesa el “triunfo” o el “éxito” de mi niño para que yo repita el siguiente trimestre y siga engordando su cuenta corriente. La educación está muy mal últimamente. La "meritocracia" en que vivimos nos ha metido a todos, empezando por los padres y las madres, en una dinámica peligrosísima en la que no dejamos a los niños, ni siquiera eso, ser niños. Hay que triunfar, hay que tener éxito, cueste lo que cueste. A mí me cuesta mucho dinero, pero no me importa. A mi hijo le está costando la infancia, pero normalmente no pienso en ello. Valoro más que esté preparado para afrontar el futuro con unas mínimas garantías. Aunque se aficione a comer piña a destiempo.
 
 
 
Los últimos acontecimientos me han perturbado un poco y no pienso con claridad. Estoy un poco aturullado y me lío y despisto con relativa facilidad. Tu esposa y yo hemos coincidido algún día que no me tocaba en la recogida de nuestro hijo. A ella le hace gracia, sabe que para mí no es plato de gusto tener que reconocer que me he equivocado y ella tiene razón. Que ese día le toca recogerlo a ella y no a mí, y que me he despistado. Pero le preocupa que me despiste un día que me toca a mí y ella no esté para solucionarlo. Últimamente, gracias a estos problemillas con mi organización, estamos recuperando el gusto por hablarnos y estar juntos. Además, es bueno para nuestro hijo, por lo que todo sale a pedir de boca. Pero al Agente de la libertad condicional de tu esposa no le hace ni puñetera gracia tener que hacer horas extra mientras nos vigila desde un coche aparcado a la puerta del bar de enfrente de la Academia.
 
De un tiempo a esta parte, he visto el coche del Agente de la libertad condicional de tu esposa aparcado frente a mi casa. Los días que vuelvo tarde suele estar por allí. No quiero obsesionarme demasiado con el tema, por lo que intento no pensar demasiado en ello. Entro en casa llego a la habitación y me asomo tímidamente a la ventana para confirmar temores, pero nunca está allí en ese momento. Si fuera un paranoico pensaría que espera a que entre en casa y luego se va… No quiero ponerme nervioso, pero llevo unos días así, y se repite el tema una y otra vez. Creo que el Agente de la libertad provisional de tu esposa está empezando a recelar de mí. Incluso he descubierto restos de piña en el sitio donde creo que aparca el coche. Comer piña mientras se espera que alguien vuelva a su casa, sí que debe ser comer piña a destiempo.
 
Tu esposa come piña a destiempo. Últimamente yo pido un café cortado con sacarina y ella piña. Parecemos dos tarados paranoicos con nuestro peso, mientras compramos al niño un pastelito para que nos deje hablar tranquilos un rato. Creo que estoy empezando a plantearme seriamente volver a tener un niño con ella. Pero tú tienes que estar de acuerdo. Sabes que nunca haría nada así sin tu consentimiento.
 
Al niño le encantaría tener una hermanita -¡Dios! ¡Qué pereza me da eso de hablar de la parejita!- o un hermanito para jugar. Creo que está en la edad ideal. Tu esposa no sabe nada de esto, no lo hemos hablado, pero sé que moriría por volverse a quedar embarazada de mí. Tantas veces como yo quisiera, es lo que siempre decía. Pero me da miedo el Agente de la libertad condicional de tu esposa. De un tiempo a esta parte tengo la impresión de que recela de mí.
 
Creo que aunque no nos lo permitan, deberíamos hablar del tema. En persona, aunque no podamos. Lo veo esencial. No sé qué piensas tú de todo esto, y podría importarme un comino y actuar como me pareciera, sin tenerte en cuenta, pero creo que hace tiempo que directa o indirectamente formas parte de mi vida. Igual que el Agente de la libertad provisional de tu esposa que recela de mí.
 
Ya me contarás cómo lo hacemos. Lo único que me da indicios de que todo pueda salir bien es que me gusta comer piña a destiempo. A tu esposa últimamente parece que también. Y al Agente de su libertad condicional sospecho que siempre le ha gustado. Si no, ésto no tendría explicación. Aunque recele de mí.

Un cordial saludo,
Esteban


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