En unas horas todo habrá terminado.
El sol martiriza Madrid y yo dudo entre irme a pasar la noche a un cine que proyecte el maratón final de LOST o acostarme con la esperanza de que el calor me deje dormir.
Han sido años de emoción progresiva, de interés creciente, de fantasía desbordada. Nunca me gustó hablar demasiado de ello, y una vez que acabe no va a ser una excepción. Dejaré al cadáver reposar y seré feliz por lo que viví con él. No voy a llorar en el velatorio, me sentiré afortunado por haberlo conocido y por haber compartido muchos buenos momentos con él. No pienso ser el perro que se queda en la puerta de un cementerio porque siente que dentro está su amo muerto y sigue esperándolo sin descanso.
No sé que me van a deparar las dos horas y media que nos queda de relación, pero pase lo que pase, la ruptura, por abrupta que sea, no podrá empañar los buenos momentos vividos.
Esta noche se cierra una etapa. Sólo el tiempo podrá decir cuán importante ha podido ser.
Pase lo que pase, Siempre nos quedará la Isla…
¿O era París?
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