jueves, 10 de diciembre de 2009

Saturno devorando a un hijo




Hoy me ha sobresaltado esta imagen en la televisión. Parece ser que no es ningún fake y la verdad es que hay muchas de ellas por la red. Existen ciertas teorías que justifican este comportamiento en la falta de alimento que sufren los osos polares por el deshielo que causa el cambio climático, aunque muchas otras voces hablan de un comportamiento habitual en estos animales.

A mí me da bastante igual. Pero la foto me ha impactado. No soy padre, no quiero, ni creo que vaya a serlo nunca, pero la imagen del padre devorando a su hijo me ha remitido irremediablemente a Saturno devorando un hijo, una de las pinturas más estremecedoras que nunca haya tenido la suerte de ver.


Los osos polares son un enigma para mí, como también lo es Saturno. Sin embargo (o quizás por ello) solían estar entre nuestros favoritos cuando éramos pequeños. Los osos eran adorables, tan blanquitos, en aquellos parajes helados de los polos… Lo de Saturno era más lógico, porque era el único planeta que tenía algo diferente: Sus anillos.

Los Nikis lo encontraban aburrido y cantaban a un planeta que “está muy frío porque nunca hace calor” y llegaban a lamentar lo resfriados y congelados que estaban allí los pingüinos.

Curioso

Los Zombies, pocos años antes, también relacionaban el frío con Saturno al iniciar una desesperada búsqueda que les llevaba de Groenlandia a los anillos de nuestro devorador de hijos.

Curioso…


Pero lo terrible de todo esto, más allá de la imagen del oso en sí, es el paso del tiempo. El negar el paso del tiempo devorando a las crías. Saturno es la representación de lo podemos llegar a ser, de lo que podemos llegar a hacer. Y ese oso ha vuelto, sangrientamente, a traerlo a mente.

Todo esto es muy extraño… Y luego hay quien se plantea qué sentido tiene que en una isla desierta del Pacífico haya un oso polar…

Lo puede decir la mitología griega, la romana, el libro de ciencias, Los Nikis, Los Zombies o una serie de televisión… Pero la realidad, una vez más, nos devora, y no tenemos más remedio que dejarnos caer en la ficción…

Al menos, eso no podremos devorarlo del todo (espero).


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