miércoles, 2 de diciembre de 2009

Desaparece la vida

Tan sencillo como un virus. Tan simple como un ignoto problema informático. Tan estúpido como la pérdida de un disco o una memoria USB. Así de tontamente podemos dejar de ser un poco lo que somos hoy. Suena a pataleta de niño chico, pero estamos en un tiempo en los que un error informático puede llevarnos a una profunda depresión (Por lo menos a la gente como yo. A otras, como a Ana Rosa Quintana, un error informático la lleva a subir la audiencia de su programa).
Acumulamos cosas sin medida, a la manera de Diógenes modernos. Cosas que creemos que tenemos que tener o, lo que es peor, cosas que necesitamos tener. Antes los disgustos eran puntuales y efímeros: Recordabas un disco, una película o un libro que te apetecía escuchar, ver o releer y con estupor te das cuenta de que por mucho que remuevas tu discoteca, tu filmoteca o tu biblioteca, no aparece. Por ningún lado. Piensas en la última mudanza, en quién ha pasado por tu casa últimamente, en la última vez que lo escuchaste, lo viste o lo leíste… Y ahí te quedas. Sin respuesta, sin solución. Aún es peor si te viene a la mente la imagen clara de ese canalla despreciable al que le dejaste el disco para que lo copiara en un rato y te lo devolviera; a esa chica que pasó de ser una Diosa griega a un escuerzo maloliente cuando tras dejarle una película para impresionarla (léase llevársela al catre) y descubrir que desaparece sin que se sepa de ella nada más que su evidente deterioro físico y su creciente mal olor corporal; a ese gafapasta pedante que en sus pocos años de vida se ha bebido casi sin esfuerzo toda la cultura universal que merece la pena y es necesario asimilar (según su escala de valores) y al que tratas de demostrar que hay más allá y que tú lo tienes, encuadernado en rústica o, peor aún, en lujo, y que desaparece en la oscuridad de algún sucio cineclub de programa doble atestado por 7 u 8 personas parecidas a él y del que nunca más se supo… Es peor aún: Descubres lo gilipollas que has llegado a ser por fomentar la piratería, por utilizar el cine para ligar y por creerte capaz de triunfar en el Saber y Ganar del momento.

Si tienes algo de lucidez en esos momentos llegas a la conclusión de que no sería un disco tan importante, una película tan maravillosa o un libro tan releíble si no lo has echado de menos hasta ese momento. Hasta ese terrible momento...
Probablemente estos terroríficos incidentes se eliminarían despreciando las relaciones sociales y encerrándonos en nuestro cubículo acumulando cosas por los siglos de los siglos cual Hikimoris vulgares con tarjeta de socio de la FNAC.
Pero ésta no es la solución perfecta. Mi vida, que se empieza a diferenciar de la de las viejas que puntualmente salen en los programas de sucesos varios porque han muerto sepultadas o los vecinos han conseguido que las desalojen de sus zulos atestados de cosas (basura dicen) sólo en la edad, también sufre trastornos de este tipo. Y, lo que es peor, sin nadie a quién culpar.
Hoy se me ha muerto mi USB. Yo que deploro la vida en casi todas sus acepciones más allá de la que me permite existir, tenía a modo de gato o perro que suelen tener los humanos normales una pequeña USB. Plateada con recubrimiento negro. Muy coqueta. Pequeñita, con 1 Giga de capacidad. Cuando la conocí podía tragarse todo lo que se me antojara, pero con el paso del tiempo había empezado a ser cada vez más selectiva. Se iba quedando chica e iba perdiendo las habilidades que para mí se me hacían indispensables y la hacían insustituible en mi vida. Pero seguía dándole toda mi atención. Seguía confiando en ella cuando todo me fallaba. Ella siempre estaba allí, en lo bueno y en lo malo, en la salud y la enfermedad, en la pobreza y la riqueza pero, como he comprobado hoy, no (¡Ay!) hasta que la muerte nos separara. O quizás es una cuestión de egoísmo: Ninguna persona debería sobrevivir a la muerte de su mascota… Crea un vacío tal que no habrá gigas que puedan sustituirla.
Hoy la he perdido, y se ha ido sin avisar. No ha hecho como sus predecesoras, que fueron muriendo lentamente, se fueron apagando. Murieron de viejas, pero antes de apagarse definitivamente les dio tiempo de hacer testamento y legarme en herencia todo aquello que yo les había hecho acumular. Pero mi plateada última amiga no. Hay gente que piensa que es mejor morir de golpe, sin enterarte. Yo no pienso igual. Yo quiero morir de repente, sin sufrir, pero YO… Yo, no lo que me rodea. Lo que me rodea quiero que se despida como Dios manda y se vaya dejando todo atado y bien atado. Despidiéndose adecuada y agradecidamente.
Se ha ido y hoy no tengo fuerzas para seguir adelante. Suena a frase tópica que se dice cuando alguien desaparece y nos encontramos terriblemente afectados. Todo se nos viene encima y la psicología recomienda seguir, no hundirse. Pero yo no tengo fuerzas para ello. Suena a tópico, pero cuando alguien dijo en algún velatorio que con ella se va una parte importante de su vida, nunca asumí completamente lo que esto podía llegar a significar. Se ha ido una parte de mí y no tengo ganas ni fuerzas de seguir adelante.
Alguno podrá encontrar ésto frívolo y sobredimensionado, pero es porque no la conocía, y ni se imagina lo que he perdido con su muerte. Con ella se han ido:
- El borrador de la novela que habría de cambiar de una vez por todas la Historia de la Literatura Universal y por la que entraría de lleno en el Olimpo de los Dioses de las letras imperecederas.
- Las fotos del viaje romántico a Venezia con las chicas de informativos de la Sexta del mes pasado.
- La partitura de las nuevas canciones de Melendi que (desgraciadamente) ya nunca podrá volver a sacar ningún disco más.
- Las únicas pruebas de mis licenciaturas en Física Nuclear, Medicina y Humanidades, mis Masters en Oxford y Cambrigde, y mis Doctorados en Yale y Harvard (Ahora, oficialmente, no tengo ni el Graduado Escolar).
- Mis videos de alto contenido sexual con 97 de las 100 mujeres más deseadas del mundo según la revista FHM.
- Los bocetos de la Capilla Sixtina y el mapa de las cámaras secretas de la Gran Pirámide de Giza.
- Las claves de acceso a mis cuentas en Suiza y las Islas Caimán.
- Mi partida de nacimiento (ahora soy oficialmente un nonato).
- Mi partida de Bautismo (esto no me ha preocupado mucho).
- La carta de dimisión que iba a entregar mañana en el trabajo. (Desafortunadamente tendré que seguir pasando algún tiempo más en un sitio que detesto y en el que no quiero estar por no tener excusa para irme)
- La agenda de teléfonos que me mantenía en contacto con toda la gente a la que apreciaba y que, a día de hoy dejan de exisitir para mí porque no podré volver a contactar con ellos.
- El secreto de la Coca-Cola y los tres nuevos de Fátima.
- Las instrucciones para reproducirme. Desgraciada, o afortunadamente para el resto de la humanidad, mi semilla morirá irremisiblemente conmigo.
- Las recetas de todo lo que sabía cocinar (peligro de muerte por inanición).
- La composición química del virus de la gripe que asolará el mundo el invierno que viene (todavía sin nombre, dudando entre gripe B o gripe felina).
- La carta de amor, el poema y la canción que llevas tanto tiempo esperando que te envíe.
- Las fotos en las que se demuestra que yo antes era más guapo y no siempre estuve tan estropeado.
- La película que iba a ponerme en cuanto llegara la Navidad para evitar que todas las televisiones me masacren con Qué Bello es vivir, Sólo en casa, Rey de Reyes o Un Padre en apuros (¿Por qué ninguna televisión se plantea programar La Vida de Brian en Navidad?).
- Mi fe en la tecnología y mi conciencia medioambiental (A partir de hoy imprimiré todo lo que necesite, sin pensar en la desforestación de los bosques).
- ...
Y mil cosas más de las que ahora no me acuerdo, pero que supongo que llegará el día que las necesite y recuerde que las tenía en su interior. Y no tendré canalla despreciable, chica que pase de ser una Diosa griega a un escuerzo maloliente ni gafapasta de turno a quien maldecir y que me exima de la responsabilidad de pensar que soy un inútil con evidentes rasgos de padecer el Síndrome de Diógenes.
Desgraciadamente se ha ido. Hay que mirar hacia adelante. Pero siempre sentiré que no te llegue ese mail mío tan especial que llevas tanto tiempo esperando: Se lo llevó con ella. D.E.P.

2 comentarios:

  1. Adoleces de lo que llaman... Duelo.
    Que si transcurre más de un año con ese penar y no se te pasa tienes que ir al loquero, el cual te diagnosticará que sufre un duelo patológico.
    Putos "pendraif", os facilitarán la vida...nos decían y ahora que... piérdelo, pierde uno tan solo, aunque hubiera sido el de 128 mb, ya estás jodido, ya te vuelves loco, ya estás para ir al loquero y que este te recete dos pastillas diarias para que no te obsesiones con nada y pierdas la ilusión por todo, incluso por la vida en sí.
    Putos "pendraif"...

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  2. Locura... Locura....
    ¿Quién me iba a decir que una cosa tan pequeña me podría llevar a la locura?...
    Espero estar lo suficientemente ocupado como para no tomar demasiada consciencia de la importancia de la pérdida. No me acuerdo de todo lo que tenía dentro... Pero recuerdo más de lo que recordaba antes de perderla (Sólo valoras lo importante de lo que tienes cuando lo pierdes)
    Antes del loquero optaré por opciones como la química aficcionada o la mística-espiritual que me convenza de que si la he perdido es porque lo que había dentro estaba escrito que era necesario que desapareciera...
    Un abrazo y comprame otra paaaaaayo...
    Gracias por los ánimos y los comentarios resalao

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